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sábado, 11 de diciembre de 2010

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guillermo de ockham

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 GUILLERMO DE OCKHAM (¿1298/1349?)
Guillermo de Ockham y sus seguidores se van a presentar a sí mismos como una nueva forma de filosofar, como un nuevo camino que podríamos llamar vía moderna, frente al modo anterior, o vía antigua. También se denominarán a sí mismos nominales (por defender el nominalismo), frente a los reales (por defender el realismo exagerado o moderado en la cuestión de los universales); entre estos reales integrantes de la vía antigua cuentan tanto a los tomistas como a los escotistas. En realidad, y mirada la cuestión detenidamente, da la impresión de que más que oponerse a Tomás de Aquino o a Escoto se enfrentan a sus discípulos, los cuales, privados del vigor intelectual de ambos maestros, suplirán tal privación con alabanzas desmesuradas a sus predecesores y con extraños e inútiles retorcimientos de sus doctrinas.
Las acusaciones proferidas por los ockhamistas contra los seguidores de la vía antigua son básicamente tres:
1. Plantearse cuestiones inútiles o irresolubles dentro del ámbito filosófico. Por ejemplo, el tema de las relaciones fe y razón, para los ockhamistas es un problema irresoluble -y por ello inútil-, dado que no hay relación alguna; fe y razón son ámbitos totalmente separados.
2. Dar soluciones demasiado complejas a problemas importantes. Por ejemplo, la solución al problema del conocimiento, a la que se llegaba a través de un laberinto de “especies” de todo tipo.
3. El utilizar un lenguaje ininteligible y oscuro. Con feliz expresión los ockhamistas llamaban a sus oponentes doctores de la palabra recóndita.

q LOS DOS GRANDES PRINCIPIOS DE OCKHAM.

Hay dos grandes principios que son los cimientos de toda la filosofía de Guillermo de Ockham: a) hay que acudir a la experiencia; b) el principio de economía.
a) El recurso de la experiencia. Para Ockham la naturaleza es algo que se patentiza al hombre; la naturaleza no tiende a ocultarse, no se recubre de velos que la disfracen; la naturaleza es abierta. Pero, para aprovecharse de tal apertura, hay que acudir a ella, hay que interrogarla, hay que observar los fenómenos naturales, hay que experimentar en ella: sólo así el conocimiento humano podrá progresar. Una filosofía sin base en la experiencia está condenada de antemano al fracaso.

b) El principio de economía. La naturaleza, en sí misma considerada, es económica, no es malgastadora (ya Aristóteles había dicho que la naturaleza no hace nada en vano); los fenómenos naturales son realizados en y por la naturaleza de la manera más simple y sencilla posible. En consecuencia, las teorías formuladas por los filósofos para captar y explicar los fenómenos naturales deben ser sencillas y simples, sin introducir complicaciones innecesarias, ya que, de introducirlas, tales teorías serán falsas.

Ockham aplicará este principio reiteradamente, como luego veremos. Si queremos dar una formulación del mismo podemos dar las siguientes:
1. Non sunt multiplicanda entia sine necesitate: los entes no deben de ser multiplicados sin necesidad (esta formulación es la que dio Ockham). Es decir, si podemos explicar un fenómeno, un suceso, usando sólo cuatro factores, no hay por qué usar cinco; y si se puede explicar con tres, no hay que usar cuatro.
2. Una formulación más moderna sería decir que de entre las diversas hipótesis ex-plicativas de un fenómeno, la mejor es la más sencilla (principio de simplicidad, básico en la ciencia).
3. Y una formulación literaria, debida a los conceptistas españoles: lo bueno, si breve, dos veces bueno (Baltasar Gracián).

Debido a que siguiendo el principio de economía, Ockham recortó muchas de las teorías formuladas por los filósofos de la vía antigua, este principio es conocido en la historia de la Filosofía como la navaja de Ockham

q LA RELACIÓN ENTRE FE Y RAZÓN.

La íntima y profunda ayuda mutua que Santo Tomás estableció entre la fe y la razón comienza a romperse con la filosofía de Duns Escoto. Para éste, sólo hay una verdad de fe demostrable racionalmente: la existencia de Dios; fe y razón quedan casi separadas. Este proceso de disociación culminará en Ockham:
a. La fe y la razón, la Teología como saber derivado de la fe y la Filosofía producto de la razón, están totalmente separadas. Una y otra se diferencian por su objeto material, es decir, por ocuparse de objetos distintos en sí. El ámbito de la fe y el de la razón son absolutamente distintos, de modo que en el de la Teología, la razón no está llamada a argumentar, demostrar o explicar nada; y así Ockham piensa que la tarea del teólogo no consiste en demostrar con la razón las verdades aceptadas por la fe, sino en dejar clara, desde la superioridad de estas últimas verdades, la insuficiencia de la razón.

b. En consecuencia, Ockham negará validez a todas las pruebas dadas para demostrar la existencia de Dios. Es decir, de Dios no podemos alcanzar ningún conocimiento racional, la existencia de Dios sólo puede admitirse por fe, y, por tanto, ninguna demostración racional, ni a priori ni a posteriori, tienen validez. Por ejemplo, el argumento principal que ve contra las vías tomistas es que el proceso ad infinitum -considerado por Tomás como imposible- para Ockham no es irracional.

(Las relaciones entre fe y razón son más sencillas que en Tomás de Aquino; ya ha actuado la navaja de Ockham)
q EL NOMINALISMO DE OCKHAM.

El nominalismo se deriva en Ockham de su teoría del conocimiento, es decir, de cómo explica el fenómeno cognoscitivo.
La teoría del conocimiento:

Para Ockham hay dos tipos de conocimiento, el intuitivo y el abstractivo. El conocimiento intuitivo versa sobre los objetos singulares en sí mismos considerados; es un conocimiento directo que nos asegura de la real existencia de los objetos mediante él conocidos.
El conocimiento abstractivo consiste en la formación del concepto, que en realidad se identifica con la imagen común a una pluralidad de objetos singulares de la misma especie o naturaleza, y que por ello se puede predicar de cada uno de tales singulares; al proceso por el que el entendimiento forma estos conceptos comunes o universales los llama Ockham abstracción. Pero esta abstracción es un proceso sencillo, inmediato, sin que intervengan la pluralidad de especies sensibles e inteligibles y de entendimientos agente y paciente establecida por Tomás de Aquino. De nuevo ha actuado la navaja.
La cuestión de los universales:

¿Qué valor tienen estos conceptos comunes o universales formados por el entendimiento? ¿Responden a algo real? En absoluto. El universal no existe fuera de la mente, del entendi-miento; es una ficción nuestra. El universal es un mero signo, un “nombre”, (de ahí lo de nominalismo) que se usa para significar muchos objetos individuales y singulares semejantes, ficción que es cómoda y útil, que es económica. Por ejemplo, si yo quiero expresar que cada miembro de la especie humana es mortal, lo exacto, según Ockham, sería decir: “Alejandro Sanz y Penélope Cruz y Fernando Alonso y Rafael Nadal y Shakira y Obama y Zapatero y Sara Montiel y... (así los más de seis mil millones de humanos existentes y todos los ya muertos) son mortales”; esto es incómodo, por lo que sustituimos a ese conjunto enorme de sujetos por el universal hombre, y decimos en un instante: todo hombre es mortal. Pero el hombre no tiene realidad alguna; lo que es real es el cantante Alejandro Sanz, la actriz Penélope Cruz, etc.
El único valor del universal es el de poder suponer por varios objetos singulares, es decir, el de poder sustituir en los juicios a dichos objetos. Es un modo cómodo y económico de hablar o escribir o pensar, y nada más es.
Con su teoría de la suppositio, de la suposición, Ockham y sus seguidores realizaron profundas investigaciones en lo que hoy se llama análisis del lenguaje.

q EL VOLUNTARISMO DE OCKHAM Y SUS CONSECUENCIAS.

Se llama voluntarismo a la teoría que mantiene la primacía de la voluntad sobre el entendimiento, teoría que es la opuesta del intelectualismo. El voluntarismo de Ockham es tanto psicológico (defiende la supremacía de la voluntad humana sobre el entendimiento humano) como especialmente teológico.
Voluntarismo teológico: Mantiene la primacía de la voluntad divina sobre el entendimiento divino, siendo la voluntad libre de Dios su constitutivo formal o esencia metafísica. La voluntad divina es absolutamente libre, estando únicamente sujeta al principio de contradicción (Dios no puede querer lo contradictorio, como un triángulo de ocho lados). No hay nada que coarte la libre actividad del querer divino. Lo que Dios quiere, lo quiere porque sí, sin causa alguna, excepto su propio querer, tesis que Ockham tomará de Duns Escoto, el cual la había formulado con toda claridad: de que la voluntad divina quiera tal cosa no hay causa alguna, excepto la de que la voluntad es la voluntad.

De este voluntarismo teológico se van a deducir importantes consecuencias en el ámbito ético o moral, y en la explicación de la realidad creada:
Ø En cuanto a las consecuencias éticas, Ockham piensa que las normas morales del Decálogo no son normas naturales, son normas sobrenaturales establecidas por la voluntad de Dios; pero de igual modo que estableció que fueran esas las normas, podría haber establecido que fueran las contrarias. Ockham sostiene que la voluntad de Dios no tiene otro límite que el principio de contradicción, Dios puede hacer todo lo que no sea contradictorio.

Duns Escoto mantenía que Dios podría haber dictado los mandamientos totalmente opuestos a los actuales, a los que realmente dictó a Moisés en el Sinaí, de forma que el Decálogo diría: hay que matar, hay que mentir, etc.; con sólo dos excepciones, los dos primeros mandamientos, que, al referirse a las relaciones de los hombres con Dios y no entre ellos mismos, no podrían haber sido cambiados, pues eso sería contradictorio. Pero Ockham dará un paso más y para él ni los dos primeros mandamientos son inmodificables, de modo que mantiene las siguientes afirmaciones:
a) Los actos no son en sí buenos ni malos, sino en virtud de que Dios así lo ha ordenado o prohibido. Mentir es malo, porque Dios así lo estableció; pero podría haber dictado un mandamiento que dijera: mentirás, y entonces el decir la verdad sería inmoral y el mentir meritorio.

Frente a la postura tomista de que Dios ha mandado amar al prójimo y prohibido mentir porque lo primero es en sí esencialmente bueno y lo segundo malo, Ockham sostendrá que amar al prójimo es bueno sólo porque Dios así lo ha ordenado, y que el mentir es malo porque Dios así lo ha prohibido.
b) La única limitación a esta omnímoda libertad de la voluntad divina es el principio de contradicción: Dios no puede querer lo contradictorio, como que un cuadrado sea un trapecio. Pero el límite escotista de los dos primeros mandamientos desaparecerá con Ockham. Dios podría haber dictado los dos primeros mandamientos de la forma siguiente: odiarás a Dios sobre todas las cosas; jurarás su santo nombre en vano. Y en este caso lo meritorio sería odiar a Dios y jurar en falso. Así pues, los contenidos morales no limitan la voluntad de Dios, al contrario, los contenidos morales son algo impuesto arbitraria y libremente por Dios. Son pues, algo convencional; pero no son convenciones humanas, sino divinas.

Ø En el ámbito de la realidad creada, del mundo, la consecuencia es un contingentismo radical. Así Guillermo de Ockham mantiene que de igual modo que la moral radica en la voluntad de Dios, también lo hace el modo en que el mundo se comporta. Dios no está sometido a las necesidades de la razón para crear el mundo tal y como éste es. Si el mundo es como es, se debe a la voluntad de Dios (contingentismo radical); luego no tiene sentido el intento de conocer cómo es el mundo a través de intentar imaginar cuáles serían las razones de Dios para crearlo como lo ha creado. El conocimiento del mundo se consigue a través de la experiencia intuitiva, que es la que se da al percibir el propio mundo.

q LA TEORÍA POLÍTICA DE OCKHAM.

En el ámbito político, uno de los problemas más frecuentes de esta época era la transmisión y legitimación del poder de los gobernantes que se suponía procedía de Dios. Y las posturas más frecuentes que se mantenían, eran las siguientes:
Dios transmite directamente el poder al gobernante (teoría del poder directo). En este caso el Papa no puede destituir a los gobernantes; sólo en el caso de que el gobernante gobierne apartándose de la búsqueda del bien común al dictar leyes opuestas a la religión, es decir de que el gobierno se corrompa, puede el Papa liberar a los ciudadanos del juramento de fidelidad al gobernante. (Esta era la postura de Sto. Tomás de Aquino).

El poder procede de Dios, que lo delega en el Papa y este a su vez en los gobernantes (teoría del poder indirecto). En este caso el Papa puede destituir a los gobernantes en cualquier momento.

Sin embargo, la actitud y teoría política de Ockham está, en muchos aspectos, enormemente alejada de la teoría y práctica, ya tradicionales en la Edad Media, respecto de las relaciones entre el poder espiritual y el temporal.
Básicamente la teoría política de Ockham podemos concretarla en los siguientes apartados:
1. Las ideas políticas de Ockham están inspiradas en gran parte en el “Defensor pacis” (Defensor de la paz) de Marsilio de Padua, uno de los más acérrimos enemigos del Papa Juan XXII (Papa que excomulgó a Ockham); el libro fue escrito en 1324, aunque después fue revisado.

2. El fin primordial de la sociedad humana es la paz, la cual puede ser perturbada por diversas causas, entre las que destaca la ambición del Papado.

3. El poder de los gobernantes, poder temporal, si bien procede de Dios, radica en el pueblo, que es el que debe de elegir a sus gobernantes. Defiende, pues, la teoría del poder directo del gobernante sin mediación del Papa, al igual que Santo Tomás, pero en ningún caso el Papa puede destituir al gobernante, en lo que se aparta de la doctrina del Santo Tomás.

4. El poder temporal y el espiritual son poderes totalmente distintos y separados; es más, el que la Iglesia se atribuya poder civil, el que se inmiscuya en el poder civil, es causa de corrupción para la Iglesia. Sostiene, pues, la independencia de ambos poderes, sin que ninguno de ellos sea superior al otro (en la Edad Media fue tesis muy frecuente que el poder espiritual era superior al temporal).

5. Por tanto, todo intento o pretensión del Papa de ingerirse en el poder civil, bajo el pretexto o causa que sea, es arbitrario.

6. Es más, ni siquiera el poder espiritual radica en el Papa, sino en el concilio general o ecuménico.

7. Ni el Papa ni ningún obispo ni presbítero tiene jurisdicción para poder castigar a los herejes.

8. Es una corruptela la obligación de los fieles de pagar los diezmos; los clérigos deben de vivir de limosna gratuitamente dada por los fieles. Tampoco pueden poseer bienes inmuebles.