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miércoles, 8 de diciembre de 2010

La Edad Media - I -

filosofía medieval y moderna

2. Del pensamiento griego a la modernidad.

La filosofía helenística había dado una orientación práctica al saber, dirigiéndolo hacia la felicidad del hombre. Es el caso del estoicismo y del epicureismo, que habían colocado a la ética en el vértice del saber. A lo largo de los primeros siglos de nuestra era, la progresiva expansión del cristianismo y otras religiones mistéricas irá provocando la aparición de otros modelos de felicidad o “salvación individual”, que competirán con los modelos filosóficos. Frente a la inicial hostilidad hacia la filosofía manifestada por algunos de los primeros padres apologistas cristianos, sus continuadores encontrarán en la filosofía, especialmente a partir del desarrollo del neoplatonismo de Plotino, un instrumento útil, no sólo para combatir otras religiones o sistemas filosóficos, sino también para comprender, o intentar comprender, los misterios revelados. Surge de ahí una asociación entre filosofía y cristianismo o, más en general, entre filosofía y religión, que pondrá las bases de la futura filosofía medieval.

LA EDAD MEDIA
De acuerdo con los criterios historiográficos usuales, la Edad Media comienza a partir del hundimiento del imperio romano, a finales del siglo V, y se prolonga hasta el siglo XIV.
La destrucción del imperio romano trajo como consecuencia inmediata una decadencia generalizada y la pérdida de muchos logros de la civilización romana, especialmente en el ámbito de las comunicaciones (correos, rutas terrestres y marítimas).
El sistema socioeconómico correspondiente a esta situación es el feudalismo, que divide las poblaciones en dos clases, la de los señores y la de los vasallos, que cultivan las tierras de aquellos.
Ya a partir del siglo XII comenzó a cambiar la situación, iniciándose un proceso ininterrumpido de recuperación en todos los aspectos. Se produjo un crecimiento notable de la agricultura y un aumento de la población. Gracias a esto se inició una cierta economía de mercado y las ciudades crecieron, aumentando su peso e importancia. De este modo se inició la ruptura del sistema feudal.
El proceso de crecimiento y de transformación se acentuó en el sigo XIII. En este siglo, floreció el arte gótico, se fundaron nuevas órdenes religiosas (como los dominicos y los franciscanos) y se crearon las primeras universidades (Partís, Oxford). Las consecuencias de este proceso se dejaron notar ampliamente en el siglo XIV.
La política general en la Edad Media cristiana se articulaba en torno a dos poderes: el religioso (el papa) y el político (el emperador).
En el aspecto cultural, la Edad Media se caracteriza, en fin, por el predomino de la religión en todos los ámbitos (formas de vida, arte, literatura, pensamiento). Lafilosofía se puso al servicio de las creencias religiosas. El tema fundamental de reflexión pasará a ser la divinidad, quedando subordinada la comprensión e interpretación del mundo, del hombre, de la sociedad, etc. al conocimiento que se pueda obtener de lo divino. La fe, que suministra las creencias a las que no se puede renunciar, tratará de entrar en diálogo con la razón. La inicial sumisión de la razón exigida por la fe, dejará paso a una mayor autonomía propugnada, entre otros, por Santo Tomás de Aquino.
RENACIMIENTO
A la Edad Media le sigue el Renacimiento (siglos XV y XVI), que conducirá, tras lacrisis de la Escolástica (nombre con el que genéricamente se conoce a la filosofía medieval), a la exigencia de la independencia de la razón con la que se iniciará la filosofía moderna (siglo XVII).

Características del Renacimiento
El humanismo y el avance de la ciencia son, sin duda, elementos de indiscutible importancia durante este periodo.
El primero volvío su atención a la cultura grecolatina, generandose un notable interés por los grandes filósofos griegos -muy especialmente Platón y Aristóteles- que fueron traducidos, comentados y asimilados por los filósofos humanistas, que buscaban en sus escritos un modelo de educación capaz de hacer a los seres humanos más cultos y más libres.
Pero fué sin duda el avance de la ciencia (particularmente en los ámbitos de la Matemática, la Física y la Astronomía) lo que impulsó en mayor medida el pensamiento europeo hacia la modernidad y propició una nueva imagen del universo, diferente a la aristotélica predominante durante la Edad Media. Bacon, Copérnico, Galileo, Kepler, son figuras centrales en el desarrollo de la ciencia, que supondrá la destrucción de la imagen ptolomeica del mundo, inspirada en el universo cerrado y geocéntrico de las dos esferas; la creciente y progresiva matematización de la naturaleza y el desarrollo del método experimental serán dos de las bazas más significativas de su triunfo.

Una de las características filosóficas más notables del Renacimiento es el antropocentrismo, lo que supone una valoración no sólo de la personalidad del ser humano, sino también de su individualidad.

También el naturalismo irá asociado al desarrollo del Renacimiento. Se destacan los aspectos naturales del hombre versus los aspectos sobrenaturales. Es algo de lo que encuentran los renacentistas que “vuelven” a Aristóteles: la separación del universo y de Dios y la exaltación de la naturaleza; al igual que los que se “vuelven” hacia Platón, buscando una religiosidad natural y la exaltación del hombre y de su libertad (el hombre no es malo, es ignorante, no necesita, pues, la gracia divina para su redención).

El Renacimiento supone, pues, el renacer del espíritu de libertad de un ser humano que se quiere inserto en la naturaleza y en la historia.




FILOSOFÍA MODERNA

Suele afirmarse que la filosofía moderna tiene su comienzo en el siglo XVII y se extiende hasta el primer tercio del siglo XIX. De acuerdo con esta cronología, su iniciador fue Descartes y su último gran representante fue Hegel. La filosofía moderna incluye los siguientes momentos fundamentales:
·       Racionalismo (siglo XVII).
·       Empirismo (siglo XVII-XVIII).
·       Idealismo trascendental de Kant ( siglo XVIII).
·       Idealismo absoluto de Hegel (siglos XVIII-XIX)

Características de la filosofía moderna
Podríamos señalar que las características que presenta la filosofía moderna, a grandes rasgos, son:
·       Desplazamiento de la cuestión teológica en favor de una mayor centralidad de los problemas de la naturaleza y el hombre. Este desplazamiento se hace patente por la situación de crisis, aunque un análisis riguroso nos hace ver que, en el fondo, la mayoría de los pensadores de la modernidad intentan, de una u otra forma, fundamentar su visión de la realidad en Dios. A pesar de todo, hay una nueva forma de acercarse a la realidad en esta época de crisis. Ésta va a venir suministrada por la naciente ciencia (Galileo) que al hacer una interpretación mecanicista de la realidad física, le aporta una regularidad tal que de ella es posible un conocimiento firme, seguro, matemático, indudable. Éste comenzará a ser el paradigma nuevo del conocimiento y se buscará en todos los ámbitos una seguridad semejante a la aportada por él.
·       Insistencia en el sujeto humano como punto de partida del conocimiento. Ello supone el abandono de la tesis del realismo ingenuo de la Antigüedad y el Medioevo que sostenía que en el conocimiento se ofrece el objeto o cosa tal como es, y tal como sería aunque yo no lo conociera.
·       Primacía de la Gnoseología sobre la Ontología. Al desplazarse el interés de la realidad tal como es al sujeto. Lo que nos interesa fundamentalmente –y esta afirmación habría que matizarla mucho- es lo que el sujeto conoce. En consecuencia, la filosofía primera, el saber fundamental y fundante de los otros, ya no será la Ontología, reflexión sobre el ser, sino la Gnoseología o Teoría del Conocimiento, reflexión sobre el conocer. De ahí que, quizás, el primer problema que se plantearán los filósofos de la modernidad será el del alcance o límites de nuestras facultades cognoscitivas.
·       El concepto de verdad también varía. La verdad ya no es entendida en el sentido clásico de “adecuación de la cosa con el intelecto”. Aunque a veces se defina así o de forma parecida lo que se quiere decir es otra cosa. Las riendas del conocimiento y por tanto de la verdad, propiedad del conocimiento, ya no estarán en la cosa misma, sino en el propio intelecto del ser humano. Pero, ¿qué hay en el entendimiento que pueda darme noción de verdad? La certeza. Es decir, el sentimiento de seguridad que siempre acompaña a la posesión de la verdad. Aquí estará el punto arquimédico, por eso, habrá que buscar los rasgos de esa certeza que tienen que ser comunes a todos los seres cognoscentes.

Características del racionalismo

Es común en la historia de la filosofía usar el término racionalismo para designar una cierta forma de fundamentar el conocimiento: cabe pensar que el conocimiento descansa en la razón, o que descansa en la experiencia sensible; así, puesto que valoraron más la razón que los sentidos, podemos llamar a Parménides, Platón y Descartes racionalistas; y podemos decir que Aristóteles, Santo Tomás y, por supuesto, Hume, tienden al empirismo, dado el valor que dieron a la experiencia sensible o percepción.
Sin embargo, a pesar de que pueda recibir distintas acepciones y aplicarse en esferas distintas, el término “racionalismo” se utiliza primordialmente para referirse a la corriente filosófica de la Edad Moderna que se inicia con Descartes, desarrolla en la Europa continental con Spinoza, Malebranche y Leibniz, y se opone al empirismo que en esta misma época tiene éxito en las Islas Británicas. Los rasgos que mejor caracterizan al racionalismo moderno son los siguientes:

·       La tesis de que todos nuestros conocimientos acerca de la realidad proceden no de los sentidos, sino de la razón, del entendimiento mismo.
·       El conocimiento puede ser construido deductivamente a partir de unos primeros principios.
·       Los primeros principios del conocimiento no se pueden extraer de la experiencia empírica sino que se encuentran ya en el entendimiento: el innatismo de las ideas.
·       Consideración de la deducción y más aún de la intuición intelectual como los métodos más adecuados para el ejercicio del pensamiento.
·       La consideración de la matemática como ciencia ideal.
·       Reivindicación del argumento ontológico para la demostración de la existencia de Dios.
·       La apreciación optimista del poder de la razón, ésta no tiene límites y puede alcanzar a todo lo real.

Fe y Razón en San Agustin

San Agustín de Hipona 5

Ética - Filosofía Tomás de Aquino

Documental Folosofía Medieval

La filosofia de la Edad Media

BREVE RESUMEN DEL PENSAMIENTO DE TOMÁS DE AQUINO

Breve resumen de la filosofía de Sto. Tomás de Aquino.

La filosofía de Sto. Tomás es un intento de restablecer las relaciones entre fe y razón que la irrupción del aristotelismo de los averroístas latinos había fracturado. Contra las enseñanzas de la fe, éstos afirmaron la eternidad del mundo y la mortalidad del alma y, por consiguiente, defendieron la tesis de la doble verdad.
Para Aquino sólo existe una verdad, cuyos contenidos pueden alcanzarse por la fe, por la razón o por ambas. Esto último es muy conveniente, pues hay personas que carecen de tiempo y facultades para develar verdades, que de no ser por la fe, no alcanzarían; y además, porque la razón humana es falible. Por otro lado, la razón ayuda a la fe prestándole sus procedimientos de ordenación científica y armas dialécticas de argumentación, así como medios para esclarecer los contenidos de la fe.
Siguiendo a Aristóteles, Aquino afirma que el objeto del entendimiento humano, en cuanto humano, ha de partir de las realidades sensibles materiales. Pero, en cuanto entendimiento, tiene por objeto el ser de todo lo real. Así hay que mostrar cómo es posible pasar de las representaciones sensibles particulares a la universalidad de los conceptos. Esto se realiza mediante la capacidad abstractiva:
-          las percepciones sensibles dejan en la imaginación o fantasía una imagen o fantasma
-          el entendimiento agente actúa sobre ella despojándola de sus elementos individuales
-          el entendimiento posible conoce efectivamente la forma abstracta, el concepto universal
Según Aquino el entendimiento conoce directamente el universal, sólo conoce los seres individuales volviendo su atención a la imagen y reconociendo en ella el individuo a partir del cual se ha elaborado el concepto.
El concepto muestra la esencia de la cosa, común a todos los individuos de su especie. Lo que hace que una misma esencia sea diversos individuos es la materia concreta.
Hasta Aquino los filósofos cristianos habían afirmado que la distinción radical entre Dios y sus criaturas estaba en que éstas son un compuesto de materia y forma, siendo Dios forma pura. Como aristotélico, Aquino admite que hay formas inmateriales. La distinción estriba en que los seres creados son un compuesto de essentia y esse: a su esencia no le pertenece necesariamente su existencia, son contingentes. Dios, en cambio, es el Ser necesario, en el que su existencia está incluida en su misma esencia. Dios, en el acto de la creación actualiza, da existencia, a una esencia que es mera potencia.
Aquino adopta la concepción finalista de la naturaleza de Aristóteles. En el ser humano, como en todo ser natural, hay diversas tendencias. Pero el humano, en cuanto ser racional, puede conocer sus propias tendencias y formular ciertas reglas de conducta de acuerdo con las exigencias de su propia naturaleza. A la ordenación general que Dios da a toda la naturaleza la llama Aquino “ley eterna”, a la ley moral que el hombre reconoce en sí mismo y que, en uso de su libertad puede seguir o no, se la llama “ley natural”.
La ley natural es:
-          Evidente, su conocimiento es accesible a todos los hombres.
-          Universal, válida para toda cultura o época pues se deriva de la naturaleza misma del hombre.
-          Inmutable, como la esencia misma de ser humano.
La ley natural es una, pues una es la naturaleza humana, y se expresa en un primer y básico precepto: obra el bien y evita el mal. Pero, atendiendo a las partes de esa naturaleza humana es posible establecer otros preceptos derivados, como son:
-          Como toda sustancia, el hombre considera bueno conservar la propia existencia.
-          En cuanto animal, el hombre tiende a procrear y cuidar de sus hijos.
-          En cuanto racional, el ser humano está inclinado a la búsqueda de la verdad y a vivir en sociedad.
De esta última tendencia se deduce la exigencia de una ley positiva (las leyes sociales legalmente vigentes) pues la vida en sociedad sólo es posible sobre la base de unas normas legales que regulen la convivencia y que concreten los principios que la ley natural enuncia sólo de un modo general. Toda legislación positiva ha de respetar la ley natural, que marca un ideal de justicia sin el que las leyes no serían legítimas.

CONTEXTO FILOSOFÍA MEDIEVAL.-


CONTEXTO HISTÓRICO DEL CRISTIANISMO.-
El cristianismo es una religión no una filosofía. Por eso, en sentido estricto, sólo cabe hablar de filosofía cristiana en referencia a la filosofía hecha por los cristianos. Aunque ésta sea una filosofía que parte de supuestos e intereses distintos a la de los filósofos anteriores, y por esto consta de un desarrollo propio y diferenciado.
La religión cristiana entra en contacto con la filosofía griega en el siglo II de nuestra era, justo desde el momento en que hubo conversos cristianos de cultura griega. El marco donde se produce el encuentro es el helénico, caracterizado por el predominio de la especulación racionalista griega. Desde esa perspectiva racionalista helénica las nuevas nociones cristianas, como la de la fe, apenas se entienden. Pero la necesidad doctrinal que tiene el cristianismo de expandirse, y de defenderse de las críticas racionalistas, hace que comience a incorporar y manejar nociones puramente filosóficas —como la de "Logos"— tomadas del helenismo, y con ellas intenta explicar y hacer comprensible su mensaje.
La Patrística será, en cierto modo, resultado de esa asimilación de nociones y conceptos filosóficos, y representará el primer intento de cristianización del pensamiento helénico; su fuente principal será el platonismo medio y el estoicismo romano, y será un pensamiento realizado por los denominados "Padres de la Iglesia", que presentaron dos orígenes diferenciados: griego y latino. La Patrística, que se desenvuelve aproximadamente desde el siglo II hasta el concilio de Calcedonia (451), presenta su apogeo con S. Agustín. A la muerte de éste en el siglo V acaba la Edad Antigua y se inicia la Edad Media.
Debido a las invasiones bárbaras el tiempo que dista desde el s. V al IX no presentará novedades filosóficas. Se trata de una época de recapitulación de la antigüedad donde cabe destacar a Boecio y a San Isidoro de Sevilla. Finalmente a partir del s. IX, y como consecuencia del renacimiento carolingio, se inicia la escolástica.
La Escolástica es un saber de escuelas y consiste en un cuerpo unitario de doctrina que es considerado común. En él se da la colaboración de distintos pensadores individuales que aseguran una especie de continuidad al pensamiento de la escuela. La orientación del pensamiento escolástico está marcada por la influencia del pensamiento de S. Agustín, y por las aportaciones estoicas y neoplatónicas. Sin embargo, esta orientación, va a sufrir un cambio hacia el siglo XIII.
La sustancial novedad que presentará el siglo XIII en el pensamiento cristiano procede de la llegada del pensamiento aristotélico a Occidente, lo que dará lugar al aristotelismo medieval.
Aristóteles llega plenamente a Occidente en el s. XIII a través de las interpretaciones musulmanas, especialmente la de Averroes, hasta el punto que llega a confundirse el pensamiento aristotélico con la interpretación que de él da Averroes.
La reacción a este Aristóteles averroísta fueron varias. Muchos lo rechazan (este es el caso de San Buenaventura), dando lugar a una reacción antiaristotélica, por entender que pone en duda el pensamiento tradicional cristiano basado en San Anselmo y San Agustín, especialmente en dos temas: la creación del Universo en el tiempo, que para Aristóteles era eterno y sin creación y la inmortalidad de la personalidad tras la muerte, que desde la interpretación averroísta se hace imposible. Otros, como Sto. Tomás de Aquino verán en Aristóteles un poderoso instrumento para la expresión de la teología, con tal de que se distinga Aristóteles de su carga averroísta. Esta aceptación modificada dará lugar a la aparición de un nuevo aristotelismo cristiano, pero de origen tomista. Y por último, un tercer grupo, los averroístas latinos, entendieron que el verdadero Aristóteles era el comentado por Averroes. Este grupo, que se considerarán a sí mismos los genuinos aristotélicos, se concentra en la universidad de París (entre ellos destacará Siger de Brabante), y formarán una oposición al aristotelismo cristiano de Tomás de Aquino.
La última novedad teológica, y ya en el s. XIV, es el nominalismo de Ockham, con el que la separación entre el ámbito religioso y el de la filosofía se agiganta.
Es época de un nuevo modo e interés del pensamiento que pondrá al hombre y a la naturaleza como centro de su especulación y que dará como resultado el Renacimiento.

LOS PROBLEMAS CENTRALES DE LA FILOSOFÍA CRISTIANA:
Los problemas de la escolástica, como antes los patrísticos, son ante todo problemas teológicos que suscitan un amplio abanico de cuestiones filosóficas las cuales cabe reunir en cuatro grandes problemas capitales: el conocimiento de Dios, la creación, los universales y la relación entre la fe y la razón, (especialmente los tres últimos temas constituirán el centro de debate de la filosofía en la Edad Media).
El debate de algunos de esos temas irá evolucionando de una manera paralela. Y de hecho, en esa evolución, queda registrada la historia entera de la relación entre cristianismo y filosofía.
Como trasfondo general de la especulación cristiana se encuentra el intento de reconciliar dos clases de seres muy distintos: Dios y la creación (con especial atención al hombre). Dios es transcendente, el hombre inmanente, y sin embargo el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. Por ello el hombre, por una parte, comparte el logos (la razón) con Dios, pero por otra es un ser material, creado. La Edad Media lo describirá como un cierto intermediario entre la nada y Dios. Y esta situación de ser intermedio entre Dios y la nada, que comparte con la creación, tiene su reflejo en los distintos ámbitos humanos, haciendo que el hombre se encuentre en todos ellos necesitado de Dios.
Es sobre ese modelo de relación que irá discurriendo el pensamiento cristiano. Y así, irá pasando de entender la creación absolutamente dependiente del creador, a ir paulatinamente dando autonomía a la creación respecto a Dios. Al final, la autonomía será tan grande, que tanto la naturaleza, como el propio hombre, se constituirán como objetos de estudios totalmente independientes de Dios.
2.1 La creación:
La creación es el primer problema, tanto en importancia como en ordenación, de la Edad Media, y de él se derivan en cierto modo los demás.
La creación en sentido cristiano es creación de la nada, básicamente de la nada todo. La creación no debe confundirse con lo que los griegos llamaban génesis o generación que no es más que un modo de movimiento sustancial según el cual, por ejemplo de la madera se da la mesa, esta concepción entendida como creación da como resultado el panteísmo.
Existe un principio lógico, de ascendencia parmeniana, aceptado en la edad media, según el cual de la nada, nada se hace; pero el sentido de la creación impone el matiz decisivo de que de la nada, nada puede hacerse sin la intervención de Dios. El mundo aparece pues, en la perspectiva cristiana, como contingente; no tiene en sí una razón de ser, sino que la recibe de otro, de un ser necesario que es Dios. Este planteamiento inicial da dos modos de ser, tal vez irreconciliables, creador y creación. Su reconciliación es el proyecto metafísico por excelencia del cristianismo, especialmente en la Edad Media.
La relación de dependencia entre el mundo creado y el creador variará a lo largo del período. En principio el mundo, que debe su razón de ser a Dios, no se basta a sí mismo, aun después de ser creado necesitará el concurso continuo de Dios que no sólo tiene el papel de creador sino de conservador con una acción continua y constante que evite la caída del mundo en la nada de la que salió; esto equivale a una creación continuada. El fundamento óntico del mundo se encuentra en Dios, no sólo en origen sino de un modo actual, la supeditación del mundo a Dios es total.
Esta concepción va debilitándose gradualmente en el posterior desarrollo de la escolástica hasta que al final de la Edad Media, dentro del nominalismo de los siglos XIV y XV vacila. Se entenderá entonces que ya no es necesaria esa creación continuada, el mundo ya no necesita ser conservado; sigue siendo un ser dependiente del creador, pero el ser que Dios le da en la creación le permite seguir existiendo por sí solo. Dios deja de cooperar en la conservación del mundo limitándose a dejarle ser. El mundo adquirirá autonomía, como criatura abandonada, a sus propias leyes.
La consecuencia de esto será la posibilidad de entender el mundo como un mecanismo autónomo de Dios; como un objeto de estudio que, al funcionar con las propias leyes que Dios le proporciona, puede estudiarse con independencia de Dios; es decir, la naturaleza se hace objeto autónomo de conocimiento.
2.2 Los universales:
Los universales son los géneros y las especies, los cuales se oponen a los individuos. La cuestión es saber que tipo de realidad corresponde a esos universales; de la solución que se de a esa cuestión dependerá que idea se tenga del ser y del conocimiento de las cosas. Al mismo tiempo y vinculados a esta cuestión se sitúan toda una multitud de problemas metafísicos y teológicos.
La Edad Media parte de una postura extrema, el realismo, para desembocar en otra posición extrema y opuesta: el nominalismo. Ambas mantienen una temprana disputa que invertirá en el tiempo la postura dominante.
El realismo considera a los universales anteriores a las cosas individuales y basa en Dios, bien como receptáculo de estos, bien como ideas suyas, su realidad y cognoscibilidad. La solución realista presenta una gran sencillez y se presta a la interpretación de varios dogmas, como el del pecado original, que no era realizado por un individuo particular sino que, en esencia, Adán representaba a la humanidad.
El realismo extremo pone el acento de la importancia en la especie, pero poco a poco va transfiriéndose esa importancia al individuo, como ocurre ya con Tomás de Aquino en el s. XIII.
El s. XIII marca una gran influencia aristotélica, más allá de sus escritos sobre lógica (conocidos tempranamente por las traducciones de Boecio), en contraposición a la preponderancia que Platón había obtenido por su influencia en S. Agustín. Tomás de Aquino representa el realismo moderado que entiende al individuo como miembro, no ejemplo, de una especie. Los universales serán ahora algo que tiene existencia pero que no la tiene separada de las cosas. No es claramente una sustancia separada como en el realismo extremo sino que son en la sustancia.
Por último el nominalismo, abierto por Escoto y desarrollado por Ockham niega los universales en la naturaleza quedando éstos como creaciones mentales del individuo. Esto posibilitará que se entiendan como símbolos de las cosas. El tipo de conocimiento es ahora simbólico, la naturaleza no se debe al universal sino que el universal se debe al comportamiento de la naturaleza. Y entonces se hace posible el conocimiento como conocimiento de los fenómenos que pueden quedar reflejados en el símbolo, especialmente en el símbolo matemático. Esto proporcionará el instrumento ideal con el que construir una verdadera ciencia de la naturaleza: las matemáticas; lo cual tendrá una gran influencia en el desarrollo de la “nueva ciencia” de la edad moderna.
2.3 La relación fe-razón:
El tercero de los temas es la razón. El logos es una noción que aparece en los primeros textos cristianos identificándose a Dios (en el evangelio de Juan se dice: “En el principio era el logos”); es decir, que Dios es palabra y razón. Así pues, Dios, que es el logos, proporciona un mensaje al hombre, y eso es lo que hace del cristianismo una religión revelada.
La fe en el dogma no necesita razonamiento, ni la verdad que ella enuncia demostración. Pero los dogmas son proposiciones no siempre conectadas, que para ser comprendidas necesitan una interpretación que no proporciona la fe por sí misma, sino la razón.
Bajo esta consideración la filosofía podrá utilizarse como instrumento aclaratorio de la revelación en sus distintos dogmas. Pero con ese uso benéfico de la filosofía convive el peligro de que la razón desee anteponerse al dogma, e incluso llegue a declararle inválido. Por eso, las posturas cristianas, serán ambivalentes respecto a la razón, por un lado aparece como un instrumento valioso a la teología —la filosofía sierva de la teología— pero por otro presenta el peligro de reclamarse autónoma y contradecir a la propia revelación.
El intento más maduro de la Edad Media intentará unir la filosofía a la revelación en la denominada teología natural que, distinta de la teología revelada, forme con ésta un sistema total de conocimiento que armonice razón y fe.
Sin embargo, siempre subsistieron en el cristianismo, con mayor o menor pujanza, oposiciones a la filosofía por considerarla si no inútil, peligrosa, e incluso perniciosa para la fe.

El proceso histórico en la relación fe-razón:

El cristianismo, al llegar a Occidente, se encuentra con unos sistemas de pensamiento marcadamente racionalistas y de raíz helena. Esta irrupción cristiana significa en la práctica la puesta en contacto de un modo de pensamiento y vida basado en la razón, y representado por el pensamiento heleno, con otro modo, de ascendencia judía, basado en la fe, y que viene a ser la nota diferenciadora de las religiones reveladas.
Pues bien, del choque entre la nueva religión y la vieja filosofía dos variantes se hacían posibles, o la filosofía se subordinaba a la religión, o la religión se subordinaba a la filosofía. Esa última fue la denominada variante gnóstica.
La idea general del gnosticismo es la pretensión de hacer del conocimiento, en sustitución de la fe, el medio de salvación. La revelación quedaría pues subordinada al conocimiento racional y el cristianismo pasaría así de ser una religión a ser una filosofía religiosa. La variante gnóstica irá perdiendo paulatinamente importancia, y terminará por ser declarada herética en el concilio de Nicea (325), que es donde se fijan los cánones cristianos y se da fin al período de formación del cristianismo.
Durante la Patrística las posiciones cristianas respecto al valor de la filosofía, y con ella el valor de la razón, varían. Algunos de los padres de la Iglesia la consideran un peligro (Taciano, Tertuliano), otros un complemento y ayuda (San Justino, Clemente de Alejandría). De modo general se sitúa como principal la revelación, y la filosofía, en el caso de una valoración positiva, queda como auxiliar suya.
San Agustín (354-430) no se preocupa de marcar diferencias entre fe y razón. La verdad revelada se le da a la razón para que ésta haga comprensibles sus contenidos. No hay sitio para contradicción, puesto que la verdad es una. Y de hecho, para hallarla, se debe entrar en uno mismo, porque la verdad está en Dios y a Dios le encuentra el hombre en sí mismo.
La concepción agustiniana se mantiene sin oposición hasta el siglo XIII. En ese siglo irrumpe Aristóteles en la Edad Media.
El averroísmo latino propondrá una forma de relación distinta. Averroes consideraba a Aristóteles como la culminación de la ciencia humana, y su sistema como la suprema verdad, la cuál chocaba con la interpretación islámica ortodoxa. Como consecuencia propone la denominada teoría de la doble verdad, la cuál señala que una proposición verdadera puede ser claramente entendida en filosofía y alegóricamente expresada en teología. El Corán expresa la verdad de manera adecuada para el hombre iletrado, el hombre ordinario, mientras que el filósofo extrae el núcleo de lo alegórico y llega a la verdad desnuda de sus elementos y ornatos. Por tanto Averroes subordina la teología a la filosofía, y hace que sea el filósofo quien deba decidir que pasajes y teorías coránicas debían entenderse alegóricamente y cuales no, y cómo debían ser entendidas.
Esta es la teoría que aceptarán los averroístas latinos. Sin embargo en 1277 sus propuestas son condenadas en una sentencia que entiende la teoría de la doble verdad de un modo distinto. Esta forma de entenderla suponía que tal teoría afirmaba que una misma proposición podía ser verdadera en filosofía y falsa en teología, dándose una doble verdad de hecho, sin embargo esa no era la propuesta original.
Una forma diferente de ver la relación entre fe y razón es la propuesta en el s. XIII por Tomás de Aquino. Tomás supone que hay una perfecta adecuación entre fe y razón que posibilita una teología racional, aunque orientada por la revelación. De hecho, es que las mismas pruebas de Dios parten de datos sensibles para elevarse a Dios a través de la pura razón. Tomás significará un punto de equilibrio entre razón y fe que posteriormente se inclina en el nominalismo a una separación radical.
En el nominalismo, que se hace pujante en el s. XIV, la teología aparece como algo sobrenatural, en ella nada tiene que hacer la razón, su campo no es ya teórico sino el práctico y moralizante. De esta forma la filosofía queda dueña del logos y el hombre posibilitado para el libre ejercicio de la razón; como en el caso de Ockham, para quien es al hombre al que corresponde la razón (aunque limitada), y a Dios la omnipotencia, el no estar sometido a ninguna ley, ni siquiera de la razón, que pudiera mermar su libre albedrío. Ahora bien, si Dios no es razón, la razón humana no puede ocuparse de él.
Así pues, la divinidad deja de ser el gran tema teórico del hombre al acabar la Edad Media. La divinidad viene a ser sustituida por dos objetos asequibles a la razón: el mismo hombre y el mundo, que darán lugar al humanismo y a la ciencia de la naturaleza, los dos grandes temas del Renacimiento.